Algunos siglos antes del nacimiento de Cristo, las poblaciones del noroeste de la Península Ibérica desarrollaron formas de vida caracterizadas, entre otras cosas, por un tipo de pueblo: los castros.
Los castros no eran más que aldeas fortificadas, situadas en prominentes colinas con amplio dominio visual. Estas preocupaciones defensivas generalmente se complementaban con la construcción de muros de piedra y/o fosos profundos para dificultar el acceso a la aldea.
El Castro de Ovil ha sido identificado en febrero de 1981, en un lugar conocido como Castelo, Monte, parroquia de Paramos, municipio de Espinho.
El pueblo se encuentra ubicado en una pequeña colina que tiene, no obstante, buenas condiciones de defensa: la corriente de Páramos sur y SO y un foso profundo al norte y al NE.
El trabajo arqueológico comenzó a principios de la década de 1980. Las intervenciones se reanudaron en 1994, como parte de la acción de la Oficina de Arqueología del Ayuntamiento de Espinho.
Las excavaciones en el Castro de Ovil permitieron detectar las ruinas arqueológicas del siglo III/II A.C., es importante mencionar los núcleos habitacionales de los sectores B y E. Trece estructuras de esquisto de forma circular, algunas con atrio, que en algunos casos convergen en patios comunes de piedra, donde cada uno corresponde a un núcleo familiar.
El patrimonio recolectado está compuesto, esencialmente, por cerámica indígena, llanas o con decoración típica de los contextos castrejos, lo que permite la reconstitución de ollas, sartenes, tallados, vasijas colgantes, cántaros.
Se observan abundantes rastros de actividades domésticas y artesanales relacionadas con la molienda (piedras de molino recíprocas y giratorias), hilado (cossouros), tejido (pesas de telar), pesca (pesas de red), cerámica (piezas de arcilla) y metalurgia (escorias de fundición).
También encontramos vestigios de adornos personales, como cuentas de collares hechas de pasta vítrea o broches de bronce. Con respecto al armamento, podemos referirnos a una punta de lanza de aleación de hierro.
Cabe destacar la ausencia, casi total, de restos romanos, patentados hasta ahora solo en unos pocos fragmentos de ánfora, que permiten suponer el abandono del asentamiento durante el primer siglo.
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